Comemos por la vista
Con el tiempo hemos entrenado a nuestros ojos para percibir cuando algo esta delicioso, es crujiente o caliente, incluso en ocasiones y aunque parezca increíble cuando es salado, dulce o ácido, y hemos aprendido a hacer estas distinciones incluso cuando el plato está fotografiado o aparece en una televisión.
Un estudio, de hace unos años, realizado por la Universidad de Wisconsin en Estados Unidos, llegó a la conclusión que la expectación que tengamos sobre un plato influye sobre las áreas de cerebro que determinan el gusto. Esta expectación llega a través de la vista y directamente nos modifica las áreas primarias del cerebro encargadas de procesar nuestra propia percepción del gusto. Por eso estamos más predispuestos a elejir un plato con buen aspecto, buen color y buena presentación, que otro menos vistoso. En gran parte se confirma lo que sabemos desde hace mucho tiempo comemos por la vista.
Esto significa que físicamente cuanto más bonito nos parezca un plato, mejor nos sabrá. Es muy complicado que nos llevemos a la boca algo que no nos resulte atractivo. Si queremos hacer un experimento para comprobar esto, podemos hacer gelatinas de distintos y familiares sabores, salsa de soja, alcachofas hervidas, salsa agridulce, fruta, etc., se las damos a probar a alguien, que no haya intervenido en el proceso de elaboración de las gelatinas, y le instamos a que nos vaya diciendo a que saben cada una de las gelatinas, podremos comprobar que le resulta mucho más difícil de lo que pensábamos.
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